La noche no contó con una presencia masiva, la atención del profe fue darle rodaje al juego bajo los aros de manera fluida y activa.
Divididos en grupo de cuatro, los muchachos recorrían el parqué sin detenerse, en una actividad que implicaba accionar la defensa zonal con el juego defensivo de los profundos. Pelota al aire, al azar, rebote en el aro y a ganar en el salto. De ahí entonces se iniciaba el proceso. Los bases y los aleros debían marcar las jugadas practicadas a lo largo del proceso, circular la bocha, establecer los tiempos y buscar los claros.
Otros cuatro parados en zona debían defender el aro. Recuperado el esférico pasaban como atacante a todo ritmo donde la misma cantidad de chicos esperaban la ofensiva. La intención era darle continuidad y ritmo a la cuestión, pero Garrido no titubeaba si tenía que gritar, poner orden, y rearmar el ataque.
Una característica del profesor es la pasión y la sangre que pone en su trabajo. No importa que sean nivel universitario, al básquet se juega de una sola forma y ese método es aplicado, no sólo en la semana, sino en cada juego por el torneo ADAU.
Pulsaciones a mil, exasperación a la hora de corregir un mal pase o una actividad hecha incorrectamente. “Muchachos ponemos atención, son universitarios…” se ofuscaba el DT. Los alumnos entienden esa pasión, la comparten, y se sienten a gusto con la exigencia. Nadie quiere venir a pasar el rato, más allá del nivel recreativo que tiene la actividad, todos llevan en su torrente sanguíneo esa competitividad que obliga al esfuerzo, al compromiso, al dejar todo en cada partido.
Por eso las casacas bañadas en sudor cada día, por eso aunque las piernas piden por favor ellos siguen corriendo, saben que el día del partido las cosas salen diferente cuando en la semana se trabajó a todo motor.
La clase continuaba con un partido cinco contra cinco. Otra vez Garrido detenía la jugada de ser necesario. Pedía la bocha, reubicaba los jugadores en las posiciones anteriores a que se detuviera la actividad, e indicaba “vos baja al aro, vos cubrí al base, cortina” y él, fiel a su juego de base, indicaba como debió terminar ese punto “en vez de girar y salir, hace el pase al vacío (arroja la bola a un jugador libre) y anota tranquilo y listo, punto para nosotros”. Los alumnos miraban en silencio la simpleza con la que el DT finalizaba una maniobra que, segundos antes, había tomado otro rumbo.
Turno, sobre el final de la clase, para practicar al aro. Todos en fila y disparar. Calentar la muñeca y tratar de convertir la mayor cantidad de veces. Desde línea de tres, en libres, y entrando a la zona pintada. Los chicos se movían sin descanso y las pelotas naranjas cruzaban al unísono el aire con sincronización, casi acrobáticamente.
En los partes donde la idea era beber agua para recuperar energía hubo tiempo de charlas. El profesor vaticinaba resultados deportivos, futboleros en su mayoría. Acertaba el pase de Boca Junior a semifinales y dejaba en suspenso la resolución del Ascenso Argentino “pasan Instituto y Quilmes, River y Central juegan la promoción” decía al mejor estilo Guillermo Nimo (NR es un ex árbitro argentino que se desempeñó en su función hasta 1969. Luego de esto se dedicó al intervenir en varios programas deportivos). Se le recordó también por ahí su palpito fallido a favor de Oklahoma en la NBA (NR De la mano de LeBron James, Miami Heat, derrotó por 4-1 en la serie final a la revelación de la temporada Oklahoma City Thunder y se quedó con el ansiado anillo en la Liga Estadounidense de Básquet).
La jornada culminó cuando las doce habían pasado ya, en el clásico partido. Agotados, en una noche a todo ritmo, los muchachos abandonaron el recinto con la cabeza puesta en el próximo sábado, cuando deberán medirse con su par de la Universidad Tecnológico Nacional, en el Club Ciudad de Buenos Aires. |