Las “burbujas de contenido” y la maldición de los algoritmos
Por Valentina Furman Núñez (*)
Las redes sociales se han convertido en plataformas clave para la formación de la opinión pública, ya que permiten a las personas compartir sus pensamientos, emociones y opiniones con una libertad expansiva y, al mismo tiempo alarmante, porque facilita la difusión de información a una escala masiva hasta el punto de viralizar contenido de dudosa veracidad. De igual forma, esta aparente libertad también ha producido preocupaciones sobre el control y la manipulación de la opinión masiva en el entorno digital.
En su obra La espiral del silencio, la politóloga Elisabeth Noelle-Neumann demuestra cómo las personas tienden a adaptarse a las opiniones de la mayoría por temor al aislamiento social. En el contexto de las redes sociales, este concepto adquiere una nueva perspectiva, porque existe una sensación de que existe una presión que obliga a expresar “opiniones populares”, a evitar aquellas que podrían estén socialmente manchadas o, inclusive, guardar silencio y no formar parte de determinado grupo.
Todo esto puede llevar a una homogeneización de la opinión pública y a la creación de una ilusión de aprobación, o peor, la generación de audiencias a partir de “burbujas de contenido”.
En el entorno digital, las “burbujas de contenido” se han vuelto moneda corriente. Estas se forman cuando las personas son expuestas a información y sentencias que refuerzan sus creencias y perspectivas, lo que limita la diversidad de opiniones y dificulta el acceso a puntos de vista alternativos. Esto hace que el pensamiento crítico pareciera morir ante el pedestal de los algoritmos.
Estos algoritmos son programas diseñados para analizar y clasificar la información, para que esta se adapte a los intereses y comportamientos de los usuarios. Al mismo tiempo, los algoritmos determinan qué contenido debe mostrarse a cada usuario, para personalizar su experiencia de este, lo que también puede significar un impacto importante en la manera en que se forma la opinión pública digital.
En consecuencia, esta personalización extrema de las “burbujas de contenido” puede llevar a una autolimitación de perspectivas, lo que puede resultar en que sea cada vez más complicado acceder a información objetiva y a opiniones que desafíen las propias creencias. La preocupación de muchos especialistas radica en que estas “burbujas de contenido” pueden reforzar sesgos y estereotipos, al limitar la diversidad de opiniones y dificultar el diálogo constructivo entre personas con puntos de vista divergentes.
Por otra parte, los usuarios malintencionados pueden aprovechar estas “burbujas” para difundir desinformación y propaganda, y manipular la opinión en beneficio propio a partir de las fake news.
En este sentido, es importante recalcar que las empresas dueñas de las plataformas son cada vez más conscientes de este problema y que han tomado medidas para abordarlo. Por ejemplo, algunas han implementado cambios en sus algoritmos para mostrar contenido más diverso, ofreciendo opciones de caracterización más transparentes y brindando a los usuarios la posibilidad de modificar sus preferencias de contenido.
Sin embargo, en conclusión, nosotros, como usuarios, también tenemos la responsabilidad y el deber de ser conscientes de la existencia de estas “burbujas de contenido” y buscar activamente varias fuentes de información. Es fundamental cuestionar los datos que se nos presentan, verificar la veracidad de las fuentes y estar dispuestos a escuchar y considerar diferentes puntos de vista.
A medida que continuamos navegando en este mundo digital, hay que mantener una actitud crítica y consciente sobre la información a la que estamos expuestos. Debemos esforzarnos por buscar diversidad de opiniones y evitar caer en las “burbujas de contenido”. Solo así se podrá construir una opinión pública más plural y fundamentada.
(*) Este artículo fue presentado como examen final de la materia Opinión Pública, cátedra Fernando Muñoz Pace.
Las redes sociales se han convertido en plataformas clave para la formación de la opinión pública, ya que permiten a las personas compartir sus pensamientos, emociones y opiniones con una libertad expansiva y, al mismo tiempo alarmante, porque facilita la difusión de información a una escala masiva hasta el punto de viralizar contenido de dudosa veracidad. De igual forma, esta aparente libertad también ha producido preocupaciones sobre el control y la manipulación de la opinión masiva en el entorno digital.
En su obra La espiral del silencio, la politóloga Elisabeth Noelle-Neumann demuestra cómo las personas tienden a adaptarse a las opiniones de la mayoría por temor al aislamiento social. En el contexto de las redes sociales, este concepto adquiere una nueva perspectiva, porque existe una sensación de que existe una presión que obliga a expresar “opiniones populares”, a evitar aquellas que podrían estén socialmente manchadas o, inclusive, guardar silencio y no formar parte de determinado grupo.
Todo esto puede llevar a una homogeneización de la opinión pública y a la creación de una ilusión de aprobación, o peor, la generación de audiencias a partir de “burbujas de contenido”.
En el entorno digital, las “burbujas de contenido” se han vuelto moneda corriente. Estas se forman cuando las personas son expuestas a información y sentencias que refuerzan sus creencias y perspectivas, lo que limita la diversidad de opiniones y dificulta el acceso a puntos de vista alternativos. Esto hace que el pensamiento crítico pareciera morir ante el pedestal de los algoritmos.
Estos algoritmos son programas diseñados para analizar y clasificar la información, para que esta se adapte a los intereses y comportamientos de los usuarios. Al mismo tiempo, los algoritmos determinan qué contenido debe mostrarse a cada usuario, para personalizar su experiencia de este, lo que también puede significar un impacto importante en la manera en que se forma la opinión pública digital.
En consecuencia, esta personalización extrema de las “burbujas de contenido” puede llevar a una autolimitación de perspectivas, lo que puede resultar en que sea cada vez más complicado acceder a información objetiva y a opiniones que desafíen las propias creencias. La preocupación de muchos especialistas radica en que estas “burbujas de contenido” pueden reforzar sesgos y estereotipos, al limitar la diversidad de opiniones y dificultar el diálogo constructivo entre personas con puntos de vista divergentes.
Por otra parte, los usuarios malintencionados pueden aprovechar estas “burbujas” para difundir desinformación y propaganda, y manipular la opinión en beneficio propio a partir de las fake news.
En este sentido, es importante recalcar que las empresas dueñas de las plataformas son cada vez más conscientes de este problema y que han tomado medidas para abordarlo. Por ejemplo, algunas han implementado cambios en sus algoritmos para mostrar contenido más diverso, ofreciendo opciones de caracterización más transparentes y brindando a los usuarios la posibilidad de modificar sus preferencias de contenido.
Sin embargo, en conclusión, nosotros, como usuarios, también tenemos la responsabilidad y el deber de ser conscientes de la existencia de estas “burbujas de contenido” y buscar activamente varias fuentes de información. Es fundamental cuestionar los datos que se nos presentan, verificar la veracidad de las fuentes y estar dispuestos a escuchar y considerar diferentes puntos de vista.
A medida que continuamos navegando en este mundo digital, hay que mantener una actitud crítica y consciente sobre la información a la que estamos expuestos. Debemos esforzarnos por buscar diversidad de opiniones y evitar caer en las “burbujas de contenido”. Solo así se podrá construir una opinión pública más plural y fundamentada.
(*) Este artículo fue presentado como examen final de la materia Opinión Pública, cátedra Fernando Muñoz Pace.