Diego Sehinkman: “El periodismo satisface un rasgo obsesivo que casi todos tenemos: saber un poquito de todo”
Durante el Zoom, Diego Sehinkman se muestra totalmente relajado. Toma mate y detrás suyo pueden verse las camas marineras de sus hijas. Como contará luego, al terminar la entrevista comenzará el vértigo diario: el intercambio con sus colaboradores para preparar un nuevo programa de Solo una vuelta más. Pero, ahora, es el momento de contestar a las preguntas del director de la carrera, Pablo Mendelevich, y de los alumnos de Periodismo. Entonces, Diego aparece como alguien reflexivo, que se toma su tiempo para contestar. Seguramente, en esta actitud de escucha tiene mucho que ver su doble condición de psicólogo y periodista.
--Puede decirse que inventaste una combinación inédita entre periodismo y psicología, con tus entrevistas a políticos en La Nación.
--Pasaron muchos años hasta que pudiera integrar las dos carreras. Porque, en un momento, creció el periodismo y empecé a escribir guiones y delinear personajes para el programa Duro de domar, de Roberto Pettinatto. En efecto, gracias a Claudio Jacquelin, en La Nación comenzaron a juntarse el periodismo, la psicología y hasta el humor. En la contratapa del suplemento Enfoques, imaginaba un terapeuta que analizaba al político de la semana.
--Vamos por partes, ¿cómo llegaste a la psicología?
--En realidad, enfrenté problemas vocacionales: pasaban los años y no sentía una vocación fuerte. Era angustiante. Entonces, acudí a talleres de orientación vocacional, donde trabajaban con la Guía del Estudiante. Quizá, elegí psicología casi por descarte. Pero, después, me gustó más de lo que imaginaba.
--También estudiaste periodismo…
--Sí, al mismo tiempo y, también, casi de casualidad. Un día, llevé el auto a arreglar y cuando volvía en el colectivo me encontré con un amigo que estudiaba en TEA. Me anoté como quien va a un cineclub o un club de pesca, por mera curiosidad. Y el periodismo me atrapó.
--¿Qué fue lo que te atrapó?
--El periodismo es muy interesante, porque satisface rasgos obsesivos que comparte la mayoría: saber un poquito de todo. La pulsión de saber tiene en el periodismo un match muy interesante. Un conjunto de materias que te dan la ilusión de que sabés un montón. Claro que también me fascinó la formación práctica.
--Hablando de práctica, ¿cómo es un día tipo de tu vida profesional?
--A la mañana, consumo mucha información. Tres o cuatro veces por semana, hago gimnasia o voy a correr, al menos media hora. Al mediodía me meto en el Zoom del programa, para hablar con el productor y los columnistas. Entonces, planteamos posibles temas y entrevistados. La reunión lleva media hora, pero después seguimos en contacto hasta las siete menos cuarto llego al canal (el programa empieza a las ocho de la noche). Antes de salir al aire hacemos una breve “charla técnica”.
--¿Qué sitios de noticias y diarios consultás?
--Consumo los portales habituales, como Infobae, Clarín y La Nación, y los domingos trato de dar una vuelta por todo lo demás: Página 12 y hasta El cohete a la luna, el portal de Horacio Verbitsky, para conocer distintos puntos de vista, aunque no los comparta. Es fundamental evitar caer en la “visión de túnel” y nutrirse solo de lógicas que son parecidas a las tuyas.
“Es fundamental evitar caer en la “visión de túnel” y nutrirse solo de lógicas que son parecidas a las tuyas”.
--En el programa da la impresión de que nunca dejás de ser psicólogo, en especial, durante las entrevistas, ¿cómo manejás los límites?
--Como principio, no me meto en temas personales ni sensibles si estos son puntos de vulnerabilidad de la persona que tengo enfrente. Uso elementos de la escucha de la terapia para indagar, para profundizar en la idea medular que lleva tal político, sindicalista o empresario a producir tal acción. No se desnuda a alguien porque sí. Mi objetivo es tratar de escuchar, de guiar y de indagar sobre un razonamiento. Cuando hacía la columna Políticos al diván tenía la tentación de entrar en temas más personales.
“No se desnuda a alguien porque sí. Mi objetivo es tratar de escuchar, de guiar y de indagar sobre un razonamiento”
--Pese a esos recaudos, te habrás equivocado alguna vez.
--Sí, un par de veces, porque los entrevistados quedaron demasiado expuestos. Igual que en terapia, cuando un paciente se escucha a sí mismo y se enoja con el terapeuta, porque cree que lo está manipulando. Me pasó de enojos proyectivos, porque ponían en mí algo que había dicho el entrevistado, para sacarse el problema de encima.
--Una gran habilidad tuya consiste en crear un clima y lograr bajar las defensas del entrevistado.
--Te contesto con un ejemplo. Una vez, entrevisté al juez Norberto Oyarbide en un restorán de Puerto Madero, luego de que arreglara su jubilación, en la época de Mauricio Macri. Llego al almuerzo y Oyarbide tenía sobre la mesa un libro antiguo y una botella de champán. Entonces, mientras tomaba champán, me hablaba del alcoholismo de su padre, en plan de victimización. Apelaba a una historia infantil compleja, porque su padre era alcohólico y también le era infiel a su madre. En un momento, agarró el libro y me mostró una página sobre la pedagogía tortuosa, es decir, sobre cómo sufren los niños sometidos a padres severos y autoritarios. Y me dijo: “Mi padre era alcohólico, también”. De esta manera, admitía su alcoholismo, por primera vez. Yo tomé la decisión de sacar la palabra “también”.
--Oyarbide no era político, pero, por lo que contás, conocía algunos códigos de la terapia. ¿Los políticos también los conocen?
--Nunca propuse un encuadre psicológico para las entrevistas de La Nación, aunque hiciéramos fotos en un diván o un sillón. ¿Los psicólogos deberían ir a terapia? En general, para ser político a gran escala debe tener algunos mínimos rasgos de narcisismo y de psicopatía. Para convertirte en líder necesitás algo de narcisismo para decir es por acá y no por allá. La psicopatía tiene que ver con bajar las emociones, comportarse de manera gélida y avanzar pese a las opiniones en contrario. Claro, los narcisistas y los psicópatas no van mucho a terapia, porque están encerrados en sí mismos y piensan que no necesitan de ningún psicólogo.
“En general, para ser político a gran escala debe tener algunos mínimos rasgos de narcisismo y de psicopatía”.
--Volvamos a unos años atrás, en La Nación. ¿Cómo fue tu experiencia como columnista?
--Escribir notas de opinión es lo más estresante de la vida. Una nota con información, no con “chamuyo”, es un ejercicio de sufrimiento, donde tenés que parir un concepto para aportar al discurso público. Las columnas conforman tu punto de vista. Es una experiencia buenísima, pero, sin dudas, la más difícil.
--Y en televisión, ¿cómo tiene que ser un programa político para ser exitoso?
--Tiene que ser atractivo tanto periodísticamente como televisivamente. Periodismo y televisión parecen deportes similares, pero son diferentes, con muchos puntos en común. Por eso, todo lo que funciona en gráfica no siempre funciona en la tele, y viceversa. Hay que hacer un programa serio, pero también hay que lograr impacto.
--Para terminar, ¿hacés psicoanálisis?
--Sí, hago mantenimiento una vez por mes, pero no una terapia fija. No me gustan las terapias crónicas, de cinco o siete años, porque me parece que el paciente ya no sorprende al terapeuta y viceversa. Tiene que funcionar muy fuerte los primeros tiempos y el que puede, a volar. O a consultar a otro terapeuta.
Bagaje cultural y entrevistados imposibles
“Hay que leer de todo, absolutamente, y con avidez”, recomendó Diego. “El periodismo es un lenguaje y lo que puede marcar la diferencia es un bagaje cultural amplio, para no repetir el análisis de los demás”, agregó. Cuando le preguntaron a quién le hubiera gustado entrevistar, se tomó su tiempo para contestar y luego eligió a la cantante de tangos Nelly Omar, conocida como “la Gardel con polleras”, y a Joseph Guillotin, el inventor de la guillotina. “Era un médico que quería un método indoloro para ajusticiar a los delincuentes”, justificó ante la sorpresa que provocó su respuesta.
Minibio
Diego nació en 1972, estudió en el Nacional Buenos Aires y es licenciado en Psicología, por la Universidad de Buenos Aires (1999). Comenzó a trabajar en La Nación en 2008. Allí escribió las columnas Terapia (arriba también se sufre) y Políticos al diván. En 2016, en LN+, condujo el programa Terapia de noticias. Tres años después dejó el diario y el canal. En 2020 pasó a TN, donde ahora conduce Solo una vuelta más. Tiene dos hijas y está separado.