Las relaciones turco-armenias: un círculo vicioso
Por Ricardo Arredondo*
El 25 de septiembre pasado se presentó en el Círculo de Legisladores de la Nación la Cátedra Abierta sobre la Región del Cáucaso y Asia Central que se dictará en la Universidad Nacional de Quilmes, impulsada por la Fundación para la Inserción de Argentina en el Mundo y el Desarrollo Regional (FIAMYD). La presentación contó con la presencia de los Embajadores de Azerbaiyán, Turquía y Georgia en nuestro país y de los exembajadores argentinos en Turquía y Azerbaiyán. Si bien el comunicado oficial de la actividad no hace mención a ello, noticias de prensa dan cuenta de que en esa ocasión volvió al tapete la cuestión del “genocidio armenio”, el subtítulo de la noticia señala que “dos diplomáticos argentinos participaron de un encuentro en el que se negó el genocidio de los armenios y se consideró que el reclamo de la comunidad local es un ‘obstáculo’ para las relaciones con Turquía”. Sin embargo, ello no surge de ninguna parte del texto. Las referencias a las declaraciones de los diplomáticos argentinos hacen mención a las dificultades que la cuestión del reconocimiento o no del genocidio armenio implica en las relaciones turco-armenias y el problema adicional que representa la cuestión de la región de Nagorno-Karabaj para esa relación bilateral.
Producida la desintegración de la ex Unión Soviética en 1991, las relaciones con las antiguas repúblicas soviéticas marcaron el comienzo de un nuevo período de la política exterior turca. Este proceso estaba estrechamente relacionado con la posición de Turquía en el escenario internacional, en el que Turquía comenzó a procurar obtener un mayor protagonismo. En este marco, Turquía le otorgó particular importancia al Cáucaso y a las regiones centro asiáticas debido a lazos étnicos, culturales e históricos compartidos. Por ello, reconoció la independencia de Azerbaiyán el 9 de noviembre de 1991 y el 16 de diciembre de ese mismo año reconoció la independencia de todas las antiguas repúblicas soviéticas sin excepción, esto es, incluida Armenia. Asimismo, la actitud de Turquía hacia los Estados caucásicos fue acercarse a cada uno con un enfoque diferente. Estableció relaciones diplomáticas con Azerbaiyán y Georgia en 1992 y se lograron los primeros contactos con Armenia. Sin embargo, el reconocimiento del genocidio armenio se transformó en un obstáculo persistente para el establecimiento de relaciones exteriores entre los dos Estados hasta la fecha.
Existen innumerables libros, artículos, entrevistas, blogs sobre la perpetración del genocidio armenio, aunque también hay quienes sostienen que, luego de haber realizado una exhaustiva búsqueda, no han podido hallar “pruebas contundentes” que permitan afirmar que haya ocurrido.
La persecución de los armenios durante la Primera Guerra Mundial incorporó muchas de las principales características de la limpieza étnica. El Imperio Otomano ya había experimentado violencia masiva contra los armenios, sobre todo con las masacres de armenios llevadas a cabo bajo el Sultán Abdul Hamid II que alcanzaron su punto máximo en 1895, pero la Primera Guerra Mundial todavía trajo una radicalización sin precedentes en la política anti-armenia. En este caso, la limpieza étnica condujo al genocidio.
En Anatolia, los armenios fueron expulsados de sus hogares y, en su mayor parte, conducidos hacia el sur, hacia los desiertos de Siria y Mesopotamia. Como en muchos casos de limpieza étnica, la campaña comenzó en las zonas fronterizas, pero pronto se extendió por la mayor parte del Imperio Otomano. Esta fue una política coordinada llevada a cabo contra un grupo identificado por etnia y religión. Hubo algunas excepciones a esta política en que las comunidades armenias de las ciudades más grandes del imperio occidental. Al mismo tiempo, las deportaciones turcas de armenios también condujeron al genocidio. Las frecuentes masacres, especialmente de hombres armenios, repetidos asaltos a lo largo de las rutas hacia el sur y la predecible falta de alimentos y agua en el calor del desierto causaron el exterminio de los armenios. Esta fue una limpieza étnica tan severa que alcanzó el nivel de genocidio. La limpieza étnica continuó después de la Primera Guerra Mundial cuando el colapso final del Imperio Otomano generó luchas de poder nacionalistas.
El creador de la palabra "genocidio", Raphael Lemkin, se inspiró precisamente en el genocidio armenio, donde según sus propias palabras murieron 1.2 millones de personas, el Holocausto y en otras atrocidades similares para generar este vocablo. Como nos recuerda Philippe Sands, quien recientemente presentó su libro Calle Este-Oeste en la Argentina, “Henry Morgenthau, el embajador estadounidense en el Imperio Otomano describió la masacre de armenios como ‘el mayor crimen de todos los tiempos’. Para los rusos, se trataba de ‘crímenes contra el cristianismo y la civilización’, una formulación que también utilizaron los franceses, aunque la cambiaron por 'crimen contra la humanidad y la civilización'”.
El reconocimiento del genocidio no solo es un obstáculo en las relaciones turco-armenias que han impedido el establecimiento de relaciones diplomáticas entre estos dos países, sino que también se han transformado en una valla en las relaciones de Turquía con la Unión Europea que, entre otras condiciones, exige ese reconocimiento para la incorporación de Turquía a la Unión. Las actitudes de los Estados hacia la cuestión del genocidio varían de un país a otro. Si bien Estados poderosos como Estados Unidos, Rusia, Alemania y Francia han adoptado en sus parlamentos resoluciones que reconocen el genocidio armenio, solo un total de 29 Estados de los 195 que integran las Naciones Unidas lo han hecho, entre ellos la Argentina y otros países de la región (Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay y Venezuela).
En la República Argentina, el entonces presidente, Raúl Alfonsín, fue el primero en calificar a este episodio como genocidio el 1 de septiembre de 1987. Años más tarde, en 2007, se sancionó la ley 26.199 que declaró el 24 de abril como “Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos”, en conmemoración del genocidio. Asimismo, hubo declaraciones del Senado de la Nación, que precedieron a esta ley, condenando el genocidio. Inspirado en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y el creciente desarrollo en torno al derecho a la verdad, a finales del año 2001 un hijo de sobrevivientes del genocidio armenio presentó una demanda solicitando que se iniciara una investigación judicial para establecer si efectivamente hubo o no un genocidio contra el pueblo armenio entre 1915 y 1923. En 2011, un fallo del entonces juez Norberto Oyarbide reconoció que había ocurrido un genocidio contra el pueblo armenio por parte del estado turco.
Sin duda, la cuestión del reconocimiento o no del genocidio armenio es una cuestión que va a permanecer en la agenda internacional durante un tiempo considerable y va a continuar representando un escollo para las relaciones de Turquía con aquellos países que han reconocido el genocidio y, en particular, en sus relaciones con la UE. Como afirma Alberto Zuppi, el Tratado de Sevres (1920), que consagra una cantidad sustancial de sus disposiciones al genocidio armenio, no fue ratificado y los únicos juicios que hubo terminaron en escándalos.
Finalmente, en lo que hace a Nagorno-Karabaj, las declaraciones del exembajador argentino no entraron a considerar el tema del genocidio, sino que se limitaron a reiterar que la Argentina auspicia una solución pacífica del conflicto y que las cuestiones de esta naturaleza son analizadas por nuestro país bajo la óptica de la integración territorial. Incluso, un excanciller, en su momento, apoyó públicamente la integridad territorial de Azerbaiyán.
*Abogado, procurador, escribano y profesor de Derecho Internacional Público y de Derecho y Práctica Diplomática. Recibió su maestría con especialización en derecho internacional LL.M. (con méritos) de la London School of Economics and Political Science (LSE) en 1996. En Argentina recibió su doctorado suma cum laude en 2011.
Ejerció la abogacía en Tucumán (1986-1989) y recibió una beca del Consejo Nacional de Investigación Científica y Técnica (CONICET) (1987-1989). Es miembro consejero del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), del Observatorio de Política Internacional de la Universidad de Palermo y de varias otras organizaciones, incluido el Instituto de Derecho Internacional de la Academia Nacional de Derecho de Argentina y la Asociación Argentina de Derecho Internacional.