Durante el mes de agosto Andrés Poladian (Presupuesto y Planeamiento) compartirá con nosotros sus conocimientos sobre la economía. En esta entrega, analiza la volatilidad del tipo de cambio.
A veces nos preguntamos si el dólar está caro o barato, y en esta ocasión quiero abordar dicha discusión sobre el sustento que legitima el valor del dólar en un momento determinado.
Haciendo un breve resumen de lo que está aconteciendo con la divisa norteamericana, notamos que por el momento pareciera que el Banco Central (BCRA) tiene controlado el tipo de cambio, implementando intervenciones para posibilitar la estabilidad cambiaria que requiere la meta inflacionaria que el mismo Banco Central determinó.
El régimen de “flotación sucia” adoptado por el gobierno permite controlar el dólar a través de medidas indirectas -como el incremento en la tasa de interés de las Letras del banco central (Lebac)- las cuales permiten disminuir la demanda de dólares y con ello controlar el precio del mismo.
En caso de que el BCRA no quiera incrementar dicha tasa, en el corto plazo el gobierno tiene reservas suficientes para salir a vender dólares si lo requiere, tal como ocurrió el viernes pasado. De ésta forma notamos en primera instancia que el gobierno tendría todo bajo control para que no se dispare el dólar y con ello lograr las metas inflacionarias que tiene el BCRA.
La contracara de la supuesta estabilidad cambiaria radica en el endeudamiento que está teniendo el BCRA debido a los compromisos de pago que tiene con los tenedores de Lebac y al endeudamiento externo que permite tener reservas para afrontar en el corto plazo la venta de dólares. A su vez, la existencia de una tasa de interés alta se contrapone con el incremento en la actividad productiva, dado que vuelve más costosa la inversión de cualquier proyecto que requiera financiamiento.
En mi opinión, no es sostenible en el tiempo controlar el tipo de cambio bajo ésta modalidad, porque el endeudamiento tiene un límite y es necesario de un incremento en las reservas que sea genuino, que provenga por ejemplo del superávit en la balanza comercial. Por otra parte, la prosperidad económica requiere inevitablemente una reducción en las tasas de interés y una reforma impositiva que permita la inversión productiva por sobre la especulación financiera.