La Revolución de Mayo. Lo que Mayo nos dejó (I)

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Joaquín Sanguinetti (Fac. Derecho) nos invita a viajar por el tiempo para comprender cómo historicamente comenzamos a ser dueños de nuestro propio destino.

Existen dos maneras de entender la idea de revolución. La más antigua refiere al movimiento circular de los astros, que en términos políticos, significa volver a los “buenos viejos tiempos”. Esta concepción tiende a idealizar el pasado, pero también busca rescatar valores que continúan vigentes. La forma más moderna y difundida de entender la revolución es como ruptura con el pasado, que implica, la construcción de algo nuevo.

Nuestro 25 de Mayo bien podría explicarse teniendo en cuenta los dos modelos de revolución. Fue la búsqueda por restaurar un orden perdido, que al verse frustrado, derivó en el proyecto de una república independiente, edificio político completamente nuevo que demandaba fabricar hasta sus propios ladrillos.

Por lo tanto, las revoluciones son procesos mucho más complejos y duran más que un día, una semana, incluso, unos años. Nuestra propia experiencia revolucionaria no fue la excepción. La semana de Mayo no comienza el 25 de 1810, sino el 25 de Junio de 1806, con las Invasiones inglesas. No profundizaremos en la significación de las Invasiones por cuestiones de espacio, pero bien podemos decir que lo que se llamó en ese tiempo la Defensa (1806) y la Reconquista (1807) de Buenos Aires, plantó en la cabeza de la vecindad una nueva manera de ver la realidad: teníamos ahora la capacidad de organizarnos política, económica y militarmente. Estas son las condiciones necesarias que legitiman nuestra autonomía. Ya no éramos los niños de la madre patria, sino que empezábamos a ser dueños de nuestro propio destino.

Obviamente, este despertar no tenía pleno consenso. El grupo social formado por los criollos (profesionales, clérigos y plebeyos) pensó y practicó los primeros esbozos de ideas revolucionarias, no así los españoles residentes en América, que aún estaban profundamente ligados con su tradición nacional. Su España estaba sufriendo, “nuestra” España estaba sufriendo. El rey había sido capturado en 1808 por las tropas francesas, lo que provocó en la península, y más tarde en América, la organización de poderes políticos provisionales. Mientras no sea liberado el Fernando VII, estos gobiernos provisorios tomarían el poder en su nombre.

Entonces, ¿por qué festejamos 1810 y no 1806 o 1808? Porque fue en aquella semana de mayo, y no en ninguna otra, donde se formuló por primera vez y de manera pública la idea revolucionaria de soberanía popular. Esto no significa que el 25 de mayo haya convencido a todos los criollos y a todos los españoles sobre la conveniencia de esa idea, sino marca el inicio de un largo debate.