¿Sabías que nuestro cerebro está preparado para responder a diferetentes estímulos y protegerte de ellos, o bien incentivarte a seguir en contacto? Ingresá y enterate como funciona.
Nuestra experiencia emocional está asociada con una red del cerebro conocida como sistema límbico. Éste detecta las relaciones emocionales con tus pensamientos, los objetos, las personas y los eventos. Te dice cómo te sentís a cada instante con respecto al mundo, determinando y guiando tu comportamiento, a menudo de manera inconsciente. Sin un sistema límbico completo, el cerebro sería poco funcional. Podrías despertarte y levantarte de la cama pero, probablemente, una vez allí parado, te congelarías.
A cada momento del día sucede una cantidad infinita de elecciones. Sin embargo, no tenemos tiempo o energía suficiente para procesar con lógica todas las acciones posibles. ¿Debería desayunar? ¿Debería comer algo en el desayuno? ¿Debería comer? ¿Debería dormir más?, etcétera.
Todas estas pequeñas decisiones diarias involucran mucho más que un proceso racional. Los prestigiosos científicos Evian Gordon y Lea Williams han creado un modelo, al que llaman integrate, que asegura que todo lo que hacemos en nuestra vida está basado en la determinación del cerebro para minimizar el peligro o maximizar la recompensa. Éste es el principio de organización del cerebro.
El sistema límbico censa todos los datos que entran y nos orienta sobre a cuáles de estos estímulos debemos prestarles atención y de qué manera. La curiosidad, la felicidad, la alegría son emociones del tipo “acercate a esos estímulos”, mientras que la ansiedad, la tristeza y el miedo son del tipo “alejate de esos estímulos”. Alejate de lo que te genera ansiedad y acercate a aquello que te hace feliz.
Aquellos estímulos de los que tendemos a alejarnos son conocidos como amenazas primarias: el hambre, un tigre, una cara enojada, mucho calor. Aquellos que nos ayudan a sobrevivir son las recompensas primarias: la comida, la plata, el sexo y también el solo hecho de ver una cara familiar. En otras palabras, lo que hace es censar permanentemente estímulos, catalogarlos —como alejate o acercate— y, de acuerdo con eso, determinar cómo comportarnos.
Fuente: BACHRACH, Estanislao: "AgilMente" Buenos Aires: Sudamericana, 2013