La Revolución de Mayo de 1810. Lo inolvidable no puede ser pintado (I)

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Hoy Joaquín Sanguinetti (Fac. Derecho) decidió darle un viraje artístico a su apartado y reflexionó sobre las obras que reflejan lo sucedido aquel 25 de mayo de 1810.

Resulta sorprendente que Argentina no tenga ninguna pintura de la Revolución de Mayo, sino hasta un momento tan tardío como los festejos de su primer centenario en 1910. Es decir, no hubo artistas que se hayan tomado la molestia -o el placer-, de pintar un escenario de importancia histórica y nacional durante los primeros cien años de vida independiente. Mientras tanto, otros países americanos sí tenían pinturas de su revolución, como por ejemplo Estados Unidos, de la mano de John Trumbull y Venezuela, con el pincel de Juan Lovera. ¿Por qué no tuvimos aquí un Trumbull o un Lovera?

Si bien Buenos Aires no era una ciudad tan grande como Filadelfia, no por eso carecíamos de arte plástico, de hecho, tuvimos grandes artistas a lo largo del siglo XIX. Ellos se interesaron, sobre todo, en pintar el campo, las costumbres y el gaucho, más no se ocuparon de representar las escenas históricas de la Revolución, las guerras de la independencia o las guerras civiles. Habremos de esperar hasta la década de 1870 para poder presenciar la primera representación histórica de la Revolución, realizada por el pintor uruguayo Juan Manuel Blanes. Dicha pintura era en realidad un boceto, llamado “El Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810”, y actualmente se puede conocer en el Museo Histórico Nacional de Parque Lezama. Lamentablemente, Blanes nunca pudo terminar esa pintura, por lo tanto, no tuvimos la oportunidad de ver completamente su obra.

La primera explicación que uno podría ensayar para darle sentido a este fenómeno es la ausencia de herramientas para llevar a cabo la empresa. Sabemos que los gobiernos patrios no tuvieron el tiempo necesario -absorbido por la guerra y la constitución de un Estado- ni el dinero -demasiado ocupado en pagar esa guerra y ese mismo Estado- como para detener sus frenéticas actividades y encargar obras de arte histórico.

Pero, a decir verdad, esta no parece ser una respuesta del todo satisfactoria, pues sabemos que desde 1811 los gobiernos de Buenos Aires y las provincias destinaron parte de su tesoro a festejar la gloriosa fecha del 25 de Mayo, fiesta que se volvió popular muy rápidamente. Esas celebraciones fueron llamadas las “fiestas mayas”. En conclusión, tiempo y dinero para rememorar la revolución había. Otras tendrían que ser las causas que explican este vacío.