María Sol Lovino (Recursos Humanos), lleva en su piel el recuerdo de su padre Alberto, quien falleció hace seis años y con quien tenía un vínculo muy especial.
“El tatuaje de las costillas me lo hice porque a mi papá le encantaban los pájaros azules. Cuando falleció, decidimos cremarlo y dejamos las cenizas en Puerto Madero, en un lugar como para que él pudiera ser libre. En ese momento, el lugar se llenó de pajaritos azules. Ahí decidí hacérmelo. Mi mamá, al ver esa situación, también se hizo un pajarito azul. El del cuello, me lo hice para un cumpleaños de él. La A es porque mi papá se llamaba Alberto, y después las estrellas son dos diferentes, por mi hermana y por mí, y otra por mi mamá. Tengo muchas anécdotas con él. En mi familia, siempre me cargan porque yo de chiquita era muy especial para comer aunque en mi casa se comía de todo. Mi papá, que era el que cocinaba en mi casa, hacía, por ejemplo, berenjenas empanadas con muzzarella y tomate para mi hermana pero a mí no me gustaba. Entonces, decía “bueno, la comidita especial para María Sol porque lo otro no le gusta”. Mi mamá y mi hermana se enojaban porque todos los días yo tenía comidita especial para mí. Tenía como privilegios. Él siempre me cumplía todos los caprichos habidos y por haber. Al ser la más chiquita, era la más mimada”.