Paradójicamente, para finalizar con la sección a cargo de Nicolas Sorrivas (Fac. Diseño y Comunicación), llegamos al momento del estreno de la obra, lo más ansiado por todos los que componen el espectáculo.
¡Hola! Mi nombre es Nicolás Sorrivas y en mi seudoblog se habla de teatro. Durante este mes me acompañaron en un breve recorrido por el detrás de escena de la producción de un espectáculo teatral. Arrancamos tras las bambalinas del proceso de escritura, continuamos en las patas del período de ensayos y, en esta última entrega, hablaremos de la noche del estreno, colgados de la parrilla.
La noche del estreno es, sin duda alguna, el momento en que todos los que integramos una compañía teatral mostramos, por primera vez, los resultados del proceso de ensayos. Esa noche nunca vuelve a repetirse. Es única. Y, por eso, es uno de los momentos más importantes para el equipo.
Como les comenté previamente, en el teatro comercial de las grandes capitales del espectáculo (Londres, Nueva York), siempre se realizan previews, funciones para un público reducido, con una escenografía y vestuario más simples, evitando que la noche de estreno en Broadway o el West End tenga errores. De forma mucho más artesanal, enriqueciendo la relación con los espectadores, el estreno, para quienes hacemos teatro en Argentina, es el primer encuentro con el público, con la obra tal como se la concibió durante el proceso de ensayo y, con la pequeña salvedad, que todo se produce en un constante, y peligroso, vivo.
Quizás sea por eso que directores, técnicos y actores se llenan los bolsillos de cábalas. Los más cabuleros no llevan prendas amarillas sobre el escenario ni nombran el título de la obra maldita de Shakespeare. Algunos se persignan y le rezan a San Pugliese, el anti mufa. Otros almuerzan ravioles la mañana previa al estreno. Y, finalmente, está el clásico “Mierda” o “Merd” que todos en el ambiente nos lo deseamos más no debemos responderlo con un “gracias” sino con un gesto. Cual jugador de fútbol enfrentando una nueva cancha, el actor o la actriz, ahora sí, están preparados para salir a escena.
Párrafo aparte: terapia para directores durante la noche de estreno. Me llevo mal con los estrenos. No puedo canalizar los nervios y las emociones. Y me cuesta caer. Como si fuera un padre primerizo me la paso caminando por el teatro esperando al parto, comiéndome las uñas, pensando en que algo (o todo) puede salir mal. El aplauso del público es la partera que te toca el hombro y te dice que ya sos padre, que el parto ha sido normal y que todo salió como lo esperábamos. Pero sigo sin caer. Hasta que muy entrada la madrugada me desplomo en la cama y lo recuerdo todo: la entrada de los actores al escenario, la primera risa, esa escena que salió mal pero que ya sabés como dominarla, esa escena que salió perfecta, esa luz fuera de lugar, ese pie a destiempo, la enorme carcajada, el asombro del público, y el aplauso final. No importa el sexo del bebé pero has sido padre (o madre) otra vez.
Por eso la noche del estreno, para ese espectáculo, es única e irrepetible. Sólo vuelve a suceder cada vez que estrenás, con un nuevo equipo, con un nuevo texto, en un nuevo escenario.
Soy Nicolás Sorrivas y en mi seudoblog se habla de teatro. Fue un viaje pequeño. Fue un viaje por Autopista a Mar del Plata. Pero me gustó compartirlo con quienes me hayan leído. Los espero en algún teatro.