Gabriela Faillace, egresada de la Lic. en Informática, es jefa de Quality Assurance en Andreani Logística y escritora
Gabriela estudió la Licenciatura en Informática de la Universidad de Palermo. Su carrera profesional se desarrolló en empresas como IBM, Oracle y VISA, como también en pequeñas pymes. A su vez, ejerció la docencia en las cátedras de Calidad y Gestión de Proyectos en la UP. Actualmente, está a cargo del área de Calidad y Testing de una de las gerencias de Desarrollo en Andreani Logística. Al mismo tiempo, esconde bajo el traje a una escritora y lectora apasionada, coautora de la saga La Cripta de los Casares. Las múltiples experiencias de una profesional multifacética que sabe cómo combinar sus dos pasiones: la tecnología y la escritura.
¿Cómo decidiste estudiar Informática?
Empecé a estudiar Analista de Sistemas en los ’80. En ese momento no era una actividad muy difundida, menos para las mujeres. Me llegó a través de mi trabajo, donde empecé a los 17 años. Ahí tuve contacto por primera vez con los sistemas S/36, AS/400 y luego con la llegada de la primera PC (creo que tenía un disco de 20 megas, una cosa que hoy parece increíble). Gracias a haber estudiado, pasé de desempeñar una tarea administrativa, al área de Sistemas. Tiempo después, me alejé de la actividad tecnológica. Llegué a la Universidad de Palermo, donde tenían un plan para aquellos que teníamos un título terciario, para articular la carrera con la Licenciatura en Informática. Fue un shock muy grande, porque yo me había ido cuando el paradigma era la programación estructurada y volví con un paradigma relacionado con la orientación a objetos. Por suerte tuve grandes profesores y compañeros que me ayudaron a reconvertirme.
¿Qué experiencias destacás a lo largo de tu desarrollo profesional?
Cuando trabajaba en la compañía de seguros empecé a trabajar en calidad. Y más tarde me desempeñé en una consultora de normas de calidad. A raíz de eso, me especialicé en CMMI (Capability Maturity Model Integration) y acompañé a varias empresas en su camino hacia la maduración de sus prácticas. Fue una escuela muy interesante, muy linda, donde tuve la oportunidad de trabajar en grandes compañías como IBM, Oracle, VISA, y también en pymes. Aprendí muchísimo sobre buenas prácticas, gobierno, DTI, y también sobre administración de proyectos. Fue una oportunidad de ver un montón de realidades, desde empresas chiquititas hasta enormes, con distintas problemáticas. Después de eso, me llamaron para armar y conducir la PMO (Project Management Office) de una empresa de desarrollo de software muy importante para telcos. Pude trabajar con la dirección de la empresa y me permitió aprender mucho.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo actual?
Llegué a Andreani para armar la PMO y en este momento estoy a cargo del área de Calidad y Testing de una de las gerencias de Desarrollo. De modo que mi camino se fue alejando de lo que es la Programación para pasar a la Gestión de proyectos, procesos y mejora contínua. Es una actividad que me gusta mucho. Quiero rescatar el valor del área de calidad, porque la mayoría de los chicos que estudian Sistemas quieren ser programadores, pero en testing, calidad y automatización, gobierno, DTI, y en las PMOs también hay mucho por hacer. Contribuye muchísimo a la transformación de la cultura de las empresas.
¿Cómo ves el rol de las mujeres en el sector?
Por suerte, en este último tiempo veo que hay muchas más mujeres dedicándose a la tecnología. El aporte es muy grande, se ve esa transformación en la industria. Todos los prejuicios que había en el momento en el que decidí estudiar están desapareciendo. Sin dudas las mujeres tienen que acercarse, no sólo como usuarias sino como protagonistas, para trabajar en relación de dependencia o también para emprender. Creo que la visión de las mujeres es fundamental en todos los trabajos que tengan que ver con tecnología. Falta un largo camino para reducir o cerrar la brecha de género, lo vemos habitualmente. Pero hay que animarse, porque hay muchísimo espacio. Hoy hay muchos ejemplos de mujeres que trabajan en tecnología y que están luchando por eso.
¿Cómo te decidiste a escribir y cómo vivís esa experiencia?
Muchas de las personas que nos dedicamos a la tecnología tenemos un costado artístico y, en mi caso, se da en la escritura. Siempre me gustó escribir. La lectura fue una actividad que me acompañó muchísimo desde mi infancia, me hizo viajar, despertó mi imaginación. Y creo que para poder escribir, primero hay que ser lector. Esa fue la base que me llevó hasta este momento. Encontrarme con mi pareja Pablo Miranda, coautor de la saga, y ver su pasión por la literatura me recordó la mía. Escribí una novela para adultos, ‘Un beso no se le niega a nadie’, que todavía no fue editada; y empezamos a buscar un proyecto en común. Así nació la idea de hacer una saga de literatura fantástica pero que estuviera situada en Buenos Aires. Estoy fascinada con todo lo que está sucediendo con la saga y ya salieron cuatro libros, y a partir de eso empezamos a ir a las escuelas, porque muchos docentes los usan como material de lectura.
¿Cómo conjugás tu faceta tecnológica con la literaria?
Gracias a mi formación, hemos tomado la tecnología como una aliada para fomentar la lectura. Desde el propio argumento hay referencias a todos los adelantos tecnológicos con los que tengo contacto gracias a mi actividad, y que los chicos también tienen muy a mano: desde drones hasta realidad aumentada, todo lo que es industria 4.0, impresión 3D, inteligencia artificial; se incorporan naturalmente a la trama. En nuestras charlas de fomento a la lectura, también tratamos de acercarles a los docentes y a los chicos otras herramientas que tienen que ver con la tecnología. Eso me permite juntar mis dos profesiones, la literatura y la tecnología.
¿Qué destacás de tu formación en la Universidad de Palermo?
Entrar en la Universidad fue uno de los hitos que me cambió la vida, porque venía alejada de la profesión durante muchos años y, sin dudas, la posibilidad de volver a conseguir un trabajo relacionado con la tecnología tuvo que ver con mi paso por la UP. Volví a adquirir la actualización de conocimientos, teniendo en cuenta que después de diez años, en la tecnología había pasado de todo. Me permitió actualizarme. La Universidad tiene un plantel de profesores y un grupo de compañeros que están ubicados en empresas líderes, con una formación muy buena, de modo que además de la formación académica, te da muchas relaciones. Estoy muy agradecida con la UP, que me sirvió para volver al mercado y crear redes.
"Entrar en la Universidad fue uno de los hitos que me cambió la vida".
¿Qué consejo compartís con quienes buscan involucrarse al sector tecnológico?
Hay una realidad: tenemos miles de puestos de trabajo vinculados a la tecnología de los que sólo se puede cubrir un porcentaje reducido. Es una gran oportunidad para involucrarse en el sector tecnológico. Se lo recomiendo a todos. No sólo a los jóvenes, sino también a un montón de gente que quizás tiene la oportunidad de reconvertirse. El mercado tecnológico no sólo involucra a las ciencias duras, aunque por supuesto que ahí se necesita cubrir un gran déficit, pero la gente que viene de otra formación puede acercarse desde la gestión de proyectos, la agilidad, del coaching. Soy coach ontológico y me encanta poder combinar esa formación tecnológica con lo que es la motivación de equipos, metodologías ágiles, liderazgo. Se abren muchísimas posibilidades y hay un montón de aristas y espacio, no solo para los jóvenes, sino también para los que ya somos más grandes y podemos aportar mucho, convertirnos y reconvertirnos.
"La Universidad tiene un plantel de profesores y un grupo de compañeros que están ubicados en empresas líderes, con una formación muy buena, de modo que además de la formación académica, te da muchas relaciones".
¿Qué reflexión hacés sobre el papel de la tecnología en época de COVID19?
La pandemia ha dado un empujón para que se aceleren muchos procesos en relación a la educación digital. Es necesaria la formación. Hay que trabajar en la manera de pensar, en educar a la mente para que luego sea más fácil llegar a los conocimientos. Creo que hoy más que nunca, tenemos que aprender que la tecnología es nuestra aliada, tanto en la comunicación interpersonal, como en el control para minimizar los contagios, para acelerar los procesos de investigación médica, entre otras cosas. Hay que involucrarnos desde nuestro lugar. En mi caso, desde los libros y el trabajo que hacemos en las escuelas, trato de acercarles posibilidades y herramientas nuevas a los docentes. Creo que desde muy temprana edad tenemos que abrirles posibilidades y combinar saberes, porque eso es lo que los enriquece.
"Hoy más que nunca, tenemos que aprender que la tecnología es nuestra aliada".
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